Confesión de una Esposa infiel
¡Perdóname Señor!... porque sé que un día
le prometí a mi esposo ser fiel hasta la muerte,
y olvidando el juramento que debía hacerme fuerte
me entregaba a la pasión y al deseo con alegría.
Reconozco que no he sido una mujer buena
y aunque sé, que mi pecado me ha condenado
no maldigo un solo instante que pase a su lado
si acurrucada entre sus brazos olvidaba toda pena.
Perdóname señor…
por cada uno de los días y las noches en sus brazos
por cada uno de los besos, las caricias, los abrazos
por abandonar mi camino y seguir tras de sus pasos.
Hoy tú sabes ¡Señor!... que no miento,
sé que soy culpable y mi castigo es muy severo
y aun ardiendo entre las llamas, condenada al sufrimiento
pensando en él, gritare ¡desesperadamente! que lo quiero.
¡Perdóname Señor!... porque sé que he pecado
y sin embargo… no me siento arrepentida
porque él me dio, lo que jamás nadie me había dado
y con su ternura ahuyentó la soledad y la tristeza de mi vida.
Reconozco que he pecado y he perdido el paraíso
al aceptar las caricias de un amante, ¡al que quería!
pero él con su cariño logro hacer lo que nadie hiso
¡que me olvidara de ser fiel, como lo prometí un día!
Mas no pretendo evadir lo que hoy he confesado
y reconozco que me entregue en sus brazos y me fundí en su piel
y a pesar de que sus besos eran amargos por ser pecado
en mis labios, solo se sentía la dulzura de su miel.
Autor:
Juan Pablo Mireles Castellanos (México)
Comentarios
Publicar un comentario