Leyenda de Gambrinus




Gambrinus se enamoró de Flandrine, la hija de su patrón. Pero al declararle su amor a la joven, ésta lo rechazó. Herido de amor, Gambrinus decidió quitarse la vida y se dirigió al bosque. Justo antes de ejecutar tan triste decisión, el diablo se le aparece en persona y le ofrece un pacto: a cambio de su alma le daría un don que podría ayudarle a ganarse el amor de Flandrine. Y si este don no funcionara, el diablo le daría el remedio para olvidarse de su amada para siempre. Gambrinus acepta.
El diablo le otorga gran suerte para los juegos de azar y Gambrinus se hace muy rico, pero de todos modos no logra ganar el afecto de Flandrine, quien lo considera poca cosa. Defraudado, llama al diablo para que lo ayude a olvidarla y este le da un carrillón cuya música nadie puede resistir sin ponerse a bailar y la receta para elaborar una bebida llamada “Cerveza”. Con estos elementos, el diablo le garantiza que podrá olvidar a su ingrata amada.
Gambrinus organiza una fiesta en la cual todo el pueblo termina bebiendo la cerveza para refrescarse. Allí descubren que cuanto más la beben, más dulce les sabe.
Luego de su éxito, la bebida se hace famosa más allá de las fronteras del país, dándole a Gambrinus un gran prestigio. El rey le ofrece nombrarlo conde, señor o duque, pero Gambrinus prefiere el título que le dieron los habitantes del pueblo: “El Rey de la Cerveza”.
Poco tiempo después, Flandrine se decide a hablarle, pero Gambrinus sin reconocerla, le ofrece un jarro de cerveza. La ha olvidado completamente.
Cuando se cumple el tiempo pactado, el diablo aparece para llevarse su alma; Gambrinus le suplica que antes de partir, le permita escuchar su carrillón por última vez. La música del carillón hechiza al diablo que comienza a bailar sin poder parar. Desesperado, el diablo le suplica que apague el instrumento, pero para hacerlo, Gambrinus pone como condición que rescinda su contrato con él. Y el diablo, viéndose acorralado, lo hace y se retira derrotado.
Gambrinus vive feliz por 100 años más, haciendo fiestas, tocando su carrillón y bebiendo su querida cerveza.



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